Apostolorum Apostola

Los Evangelios nos presentan datos muy escuetos sobre María Magdalena. Lucas nos indica que estaba entre las mujeres que seguían a Jesús y le asistían con sus bienes (Cfr. Lc 8, 2-3), de la misma manera la mencionan como parte de un grupo de mujeres que contemplaron de lejos la crucifixión (Cfr. Mt 27, 55-56; Mc 15,40-41; Jn 19, 25) y de las quedaron sentadas frente al sepulcro (Cfr. Mt 27, 61) mientras sepultaban a Jesús (Cfr. Mc 15, 47). Asimismo, señalan que en la madrugada del primer día de la semana María Magdalena y otras mujeres volvieron al sepulcro a embalsamar el cuerpo de Jesús con los aromas que habían comprado, en aquel momento un ángel les comunica que Él había resucitado y les pide ir a comunicarlo a los discípulos (Cfr. Mt 28, 1-8; Mc 16, 1-7; Jn 20, 1-10). María Magdalena se quedó junto al sepulcro llorando y se encuentra con Jesús resucitado quien tuvo misericordia de ella y le pide ir a anunciar a los discípulos que subía a su Padre (Cfr. Jn 20, 11-18), transformando así sus lágrimas en gozo pascual; por eso la Tradición de la Iglesia la ha llamado en Oriente “Isapóstolos” (igual a los apóstoles) y en Occidente “Apostolorum Apostola” (Apóstol de los Apóstoles).

María de Magdala tiene un papel muy especial como la primera testigo ocular (“Testis Divinae Misericordiae” – Gregorio Magno) que vio a Cristo Resucitado, la primera que ve el sepulcro vacío, la primera en escuchar la verdad de su resurrección y al convertirse en la primera mensajera (misionera) que anunció la resurrección del Señor a los Apóstoles (“Apostolorum Apostola”). Ella es ejemplo de una auténtica evangelizadora que comunica la buena noticia del Evangelio, el gozoso mensaje central de la Pascua. Asimismo, su vida es ejemplo de correspondencia, ella que mostró un gran amor a Cristo, fue tan amada por Él, quien muestra consideración de su angustia cuando le buscaba en el sepulcro del huerto. Es aquí donde resalta el contraste entre las dos mujeres presentes en el huerto del paraíso, Eva, y en el huerto de la resurrección, María Magdalena. La primera, difundió muerte (pecado) donde había vida, y la segunda, anunció la vida desde el lugar de la muerte.

Jesús Resucitado, que en todo momento alecciona a sus discípulos, le indica a María Magdalena, “Noli me tangere” (no me toques), que no es otra cosa que una invitación a toda la Iglesia para vivir una experiencia de fe en Cristo Vivo, que supera toda acción materialista y seguridades humanas, para el discernimiento del misterio divino. 

Por expreso deseo del Santo Padre Francisco, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó un decreto, con fecha 3 de junio de 2016, Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, con el que la celebración de Santa María Magdalena es elevada en el Calendario Romano General al grado de fiesta, mismo que es dado a la celebración de los Apóstoles para que se destaque la especial misión de esta mujer, que es ejemplo y modelo de toda mujer en la Iglesia. 

La Cuaresma

“Cada año, la Cuaresma nos propone un tiempo propicio para intensificar la oración y la penitencia y para abrir el corazón a la acogida dócil de la voluntad divina” San Juan Pablo II. 

Definitivamente, la Cuaresma es una época que los católicos debemos vivir con especial devoción, ya que es un tiempo que la Iglesia dispone para que se viva como un periodo de oración, ayuno y limosna. No podemos negar la realidad de que la tradición familiar y la mercadotecnia nos han llevado (a muchos católicos) a creer que es una etapa que nos prepara para un descanso vacacional (Semana Santa) donde se acostumbra comer marisco e ir a la playa. Es justamente por tal motivo que, estamos llamados a dar testimonio de nuestra fe en este tiempo de preparación espiritual. 

La palabra Cuaresma, y sus 40 días de duración, toma su nombre de los siguientes acontecimientos que se presentan a continuación:

  • 40 días que Jesús estuvo en el desierto.
  • 40 días del Diluvio Universal. 
  • 40 años de la marcha del pueblo de Israel por el desierto.
  • 400 años de esclavitud de Israel en Egipto.

Ahora, presentamos algunas preguntas que ayudarán a comprender y vivir mejor la Cuaresma: 

¿Por qué la Semana Santa cambia de fecha?

Puesto que la muerte de Cristo ocurrió cerca de la Pascua Judía como se menciona en los Evangelios y lo confirma el hecho de que tuvo que ser bajado de la cruz, ya que era Pascua, y según las leyes judías, y no podía quedarse allí. 

De acuerdo a la tradición judía, la Pascua se celebra el día 15 del mes de Nisán que inicia con la primera luna llena de primavera. A partir del Concilio de Nicea la Iglesia Católica establece celebrar la Semana Santa la primera luna llena después de equinoccio de primavera. Entonces, podemos estar seguros de que el primer Jueves Santo de la historia, cuando Jesús celebraba la Pascua, era una noche de luna llena.

Los judíos celebran su Pascua con la primera luna llena de primavera porque la noche en la que salieron de Egipto había luna llena y esto les permitió a los judíos huir de noche sin ser descubiertos ni usar lámparas. 

El Domingo de Resurrección es el domingo siguiente a la primera luna llena primaveral en el hemisferio norte.

¿Cuándo inicia y termina la Cuaresma? 

Comienza el Miércoles de Ceniza y concluye antes de la Misa vespertina in Coena Domini, “Cena del Señor”, en Jueves Santo. 

¿Qué simboliza la ceniza?

El Miércoles de Ceniza es un día especialmente penitencial donde los cristianos manifiestan el deseo de conversión. Siendo un día de ayuno y abstinencia riguroso para quienes están en condiciones de realizarlo. La ceniza procede de las palmas bendecidas el Domingo de Ramos del año anterior. 

¿A qué nos invita la Iglesia en Cuaresma?

A hacer de este tiempo de oración a través de un esfuerzo de mortificación del cuerpo (ayuno y abstinencia) cuando sea posible, penitencia y generosidad personal. Asimismo, nos invita a una auténtica y profunda conversión. 

¿En qué consiste el ayuno y la abstinencia?

El ayuno consiste en hacer una sola comida al día, aunque se puede comer menos de lo acostumbrado por la mañana y la noche. Salvo caso de enfermedad. Obliga a todos los mayores de edad hasta que tengan cumplido cincuenta y nueve años en Miércoles de Ceniza y Viernes Santo. 

La abstinencia es privarse de comer carne, considerando la carne roja, órganos de mamíferos y aves de corral. Obliga a mayores de catorce años en Miércoles de Ceniza y todos los viernes de Cuaresma. 

¿Cuál es el sentido del ayuno y la abstinencia?

La conversión del corazón y la penitencia interior. Sin ellas, las obras permanecen estériles y engañosas. 

Podemos concluir que la Cuaresma, aunque pudiese estar colmada de simbolismos, tiene sentido precisamente porque nos lleva a la Pascua del Señor, que se vive intensamente en el Triduo Pascual (Jueves, Viernes y Sábado Santo), preparando nuestra alma para la gran alegría de saber que Cristo cumplió con su misión y nos abre las puertas a la vida eterna. 

“La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: La Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón»” Papa Francisco. 

¿Qué es el Miércoles de Ceniza?

“Con el rito de la imposición de la ceniza la Iglesia retoma la ruta austera hacia la Pascua. Es un tiempo de conversión, de profundización de la fe, de intensa oración y de caridad” Benedicto XVI.

La ceniza impuesta dentro de esta celebración es un signo externo que recuerda nuestra mortalidad, así como nuestra condición pecadora (Cfr. Ez 28, 18; Mt 11, 21), ambos, elementos esenciales para vivir intensamente el tiempo litúrgico que inicia, Cuaresma, que es dispuesto por la Iglesia en preparación para la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.  

El Miércoles de Ceniza es un día especialmente penitencial donde los cristianos manifiestan su deseo de arrepentimiento y conversión (Cfr. Jb 42, 6; Jon 3, 6). Siendo un día de ayuno y abstinencia riguroso para quienes están en condiciones de realizarlo. La ceniza procede de las palmas bendecidas el Domingo de Ramos del año anterior. 

Esta tradición de imponer la ceniza se remonta a la Iglesia primitiva, cuando los creyentes se colocaban la ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad con un “hábito penitencial” para recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo. Este gesto tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Asimismo, le recuerda al cristiano su origen y su fin, ya que “Dios formó al hombre con polvo de la tierra” (Cfr. Gn 2, 7), “hasta que vuelva a la tierra, pues de ella fue hecho” (Cfr. Gn 3, 19). Fue hasta el siglo XI cuando la Cuaresma adquirió un sentido penitencial. 

Este acto tiene lugar dentro de la Misa, al término de la homilía y está permitido que los laicos, de preferencia Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión, ayuden al sacerdote. Las cenizas son impuestas en la frente o en la cabeza (Cfr. Jdt 4,11-15. 9, 1; Ez 27, 30), haciendo la señal de la cruz con ellas mientras el ministro pronuncia las palabras bíblicas: “Polvo eres y en polvo te convertirás” (Cfr. Gn 3, 19), o “conviértete y cree en el Evangelio” (Cfr. Mc 1, 15). Después, quien recibe las cenizas debe retirarse en silencio meditando la frase o invitación que le acaban de hacer, como punto de partida para adentrarse en el tiempo de Cuaresma. 

En ocasión donde el sacerdote no está presente la imposición de cenizas puede realizarse fuera de Misa, de forma extraordinaria. Sin embargo, es recomendable que al acto se preceda con una liturgia de la Palabra.

Las cenizas son un sacramental, instituido por la Iglesia, como un signo que nos ayuda a disponernos a recibir mejor los efectos de los sacramentos. Pueden ser recibidas por cualquier persona, el Catecismo de la Iglesia Católica (Cfr. #1670) indica que: “Los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen a cooperar con ella”.

El Miércoles de Ceniza no es día de precepto y por lo tanto la imposición de ceniza no es obligatoria. No obstante, ese día concurre una gran cantidad de personas a Misa, algo que siempre será recomendable. Asimismo, es obligatorio el ayuno y la abstinencia, como en el Viernes Santo, para mayores de 18 y hasta los 59 años (fuera de esos límites es opcional). Ese día los fieles pueden tener una sola comida “fuerte”. La abstinencia es, por su parte, dejar de comer de comer carnes rojas ni de aves de corral, y es obligatoria a partir de los 14 años. De la misma manera, todos los viernes de Cuaresma son de abstinencia. 

“Comienza con la ceniza, pero al final nos lleva al fuego de la noche de Pascua; a descubrir que, en el sepulcro, la carne de Jesús no se convierte en ceniza, sino que resucita gloriosamente” Papa Francisco. 

Vivamos en el Kairos de Dios

“Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros; que, como yo los he amado, así se amen también entre ustedes. Todos conocerán que son discípulos míos en una cosa: en que se tienen amor los unos a los otros” Jn 13, 34-35. 

Definitivamente el amor de Dios se refleja en nosotros y en la manera en que nos relacionamos con los demás. San Juan, escritor del Apocalipsis, en el capítulo 21, versículo 5, escribe que Jesús, el Señor, hace nuevas todas las cosas. Para esto utiliza la palabra en griego, kainos. Es importante mencionar que el idioma griego utiliza dos palabras para expresar algo nuevo: neo y kainos. El término neo expresa algo nuevo, que no existía, que recién se conoció o descubrió. La expresión kainos no la utilizamos en español, y en este caso Juan la emplea para enunciar algo que tiene la cualidad de continuamente renovarse, como si nunca pasara. 

Todo lo material está inmerso en el khronos, el tiempo que pasa y envejece, que afecta cosas y que, en consecuencia, dejan de estar nuevas (neo). De la misma manera ocurre con las personas, todos estamos sumergidos en el khronos

Tomemos de ejemplo cuando conocemos a una persona, hablando de relaciones sentimentales, es una novedad que, del gusto, da paso a lo que se puede convertir en amor. Cuando pasa el tiempo y el khronos sigue su marcha, las personas cambian, y dejan de ser esa persona que alguna vez fue una novedad (neo).  

Llegados a este punto es importante regresar a Juan que nos dice que el Señor hace nuevas todas las cosas (Cfr. Ap 21, 5), aunque a los ojos del mundo parece que no es así. Es cuando volteamos a ver a algunas parejas que, después de muchos años de casados, y a pesar de haber sido golpeadas por el paso del tiempo, observamos que aún se aman con la misma intensidad de siempre. De la misma manera pasa con nuestros familiares mayores, a quienes, a pesar del paso del tiempo, les seguimos viendo iguales. Justamente porque el milagro de Dios es hacer nuevas todas las cosas gracias a su amor que vive en el kairos, el tiempo de Dios. Por lo que, a pesar del tiempo, las personas que amamos son cada vez más hermosas para quienes les ven con el amor de Dios, que habita en el kairos. El khronos continúa con su marcha en la carne, pero no en quienes les amamos. 

San Pablo en su Carta a los Corintios nos dice que el amor es capaz de todo, y que no acabará nunca (Cfr. 1Cor 13, 7-8). Quienes viven inmersos en este amor tienen relaciones duraderas porque Dios sigue haciendo nuevas las relaciones como cuando se conocieron, si no vivimos sumergidos en este amor, los defectos y cambios en las personas reinan por encima del amor que se quedó esperando lo novedoso (neo) y no dejan de ver los efectos del khronos. Siempre habrá personas nuevas que nos pueden deslumbrar como lo hizo esa persona la primera vez, de cada uno depende con qué ojos les ve. 

En el cielo no pasará el tiempo y todo siempre será nuevo, y ya que fuimos creados para la eternidad es preciso estar inmersos en el amor de Dios para que seamos felices con nuestras personas amadas, que siempre serán nuevas en el tiempo de Dios. 

El amor de Dios regenera todo a tal grado que no tenemos necesidad de buscar algo nuevo (neo). Esto no quiere decir que no se admire la belleza, sino que no hay atracción porque nuestra vida es plena. De lo contrario, lleva las relaciones a tragedias a niveles de divorcios físicos o espirituales. 

El amor de Dios es absolutamente necesario, y el que se mantiene en el amor vive en Dios y Dios en él (Cfr. 1Jn 4, 16). De está manera, el khronos seguirá su marcha, pero no en nuestra vida espiritual, enfocándonos en lo verdaderamente importante, no en simples apariencias materiales, corriendo el riesgo de nuestros ojos, que son materiales, sin Dios, siempre buscarán novedades.  

Muchos relaciones y matrimonios fracasan porque Dios no vive en ellos. El matrimonio es una institución divina, perfecta, que no se supone que fracase, pero sin Dios, esa institución que es suya, corre el riesgo de fracasar.  

No olvidemos orar para vivir en el kairos de Dios (Cfr. Mt 7, 7), sin la presencia de Dios todo se destruye, pidamos la presencia del Espíritu Santo para no estar buscando esas novedades que me presenta la vida por todos lados y así, cimentar mi amor en mis relaciones y matrimonio. 

Epifanía: Manifestación (Día de los Reyes Magos)

“Como los Reyes Magos, sean también ustedes peregrinos animados por el deseo de encontrar al Mesías y de adorarlo. Anuncien con valentía que Cristo, muerto y resucitado, es vencedor del mal y de la muerte” San Juan Pablo II.

Los católicos celebramos la solemnidad de la Epifanía del Señor, conocida como el Día de los Reyes Magos (6 de enero), en misa, el segundo domingo después de Navidad.

Epifanía significa “manifestación” (mostrase, manifestación de un ser divino). Jesús se da a conocer al mundo. Asimismo, es la total revelación de Dios, es decir, Dios se había revelado de distintas formas, a través de hombres y mujeres santos en el Antiguo Testamento, pero se revela en el Nuevo Testamento por medio del Santo entre los santos que es Jesús, el Dios que se hizo hombre (Cfr. Jn 1, 14). Dios se manifiesta de esa manera para tener una relación más íntima con nosotros, mostrarnos que la humanidad puede vivir virtuosamente y redimir nuestra naturaleza caída. 

Ciertamente, Jesús se dio a conocer en diferentes momentos a diferentes personas, la Iglesia celebra como epifanías tres momentos particulares de la vida de Jesús:

  • Su Epifanía ante los Magos de Oriente (Cfr. Mt 2, 1-12).
  • Su Epifanía a San Juan Bautista en el Jordán (Cfr. Mt 3, 13-17).
  • Su Epifanía a sus discípulos y comienzo de su vida pública con el milagro en las Bodas de Caná (Cfr. Jn 2, 1-11).

La Epifanía que celebramos en el tiempo de Navidad es la primera. La Iglesia católica celebra la revelación de Jesús al mundo pagano, la verdadera Epifanía. La celebración gira en torno a la adoración a la que fue sujeto el Niño Jesús por parte de los Magos que venían de Oriente (Cfr. Mt 2, 10-11) como símbolo del reconocimiento del mundo pagano, reconociendo que Cristo es el salvador de toda la humanidad. De la misma manera, los Magos representan a todos los que son obedientes y tienen la disponibilidad de dejarlo todo por ir en búsqueda de Dios, ellos se disponen, se entregan, se donan, se rinden ante el Señor, ya que están dispuestos a vivir una experiencia personal e íntima de adoración. La Biblia, en el relato del Evangelio de Mateo, no los llama “Reyes Magos” sino “Magos de Oriente”, ni dice cuántos eran, se dice que fueron tres por el número de ofrendas, oro, por ser rey, mirra, por ser hombre e incienso, por ser Dios.

La Tradición de la Iglesia relaciona a estos magos como hombres poderosos y sabios, que por su cultura y espiritualidad cultivaban su conocimiento esforzándose especialmente por mantener un contacto con Dios.

Se tiene la tradición de hacer regalos a los niños el día 6 de enero en recuerdo de la generosidad que estos magos tuvieron al adorar al Niño Jesús, tomando en cuenta que “lo que hiciste con uno de estos pequeños, a mí me lo hiciste” (Cfr. Mt 25, 40). La celebración de la Epifanía o Día de los Reyes Magos tiene la intención de recordarnos que Jesús es un Dios para todo el mundo.

“Los Reyes Magos reflejan la imagen de todos los hombres que en su vida no han dejado que se les anestesie el corazón […] fueron a la periferia, a la frontera, a los sitios no evangelizados para poder encontrarse con su Señor” Papa Francisco.

María, Madre de Dios (Theotokos)

Jesús es hombre y Dios (humano y divino) al mismo tiempo, no es dos personas en una, sino que una persona con dos naturalezas. María es madre de Jesús en su integridad, por lo tanto, es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios. 

La gloriosa Virgen María es Madre de Dios, pues dio a luz según la carne al Verbo de Dios (Jesús) encarnado (Concilio de Éfeso).

El Papa Clementino, en el concilio de Éfeso fue muy claro: “Si alguno no confesare que el Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y que por tanto, la Santísima Virgen es Madre de Dios, porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema” (anatema = expulsado de la Iglesia). 

  • Jesucristo en cuanto a su divinidad tiene un solo Padre, el que lo engendró en los cielos (Cfr. Hb 1, 5). 
  • Jesucristo en cuanto a su humanidad tiene una sola Madre, la que lo engendró en la tierra (Cfr. Lc 1, 31). 

La solemnidad de “María, Madre de Dios” (Theotokos) es muy antigua, en los subterráneos de Roma, donde se celebraban las primeras misas, se encuentran pinturas con esta inscripción. La celebramos el 1º de enero y es misa de precepto. 

“María es dichosa también porque escuchó la palabra de Dios y la cumplió; llevó en su seno el Cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo” San Agustín de Hipona. 

La Asunción de la Virgen María

El dogma de la Asunción se refiere a que la Madre de Dios, luego de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial. 

El Papa Pío XII proclama en la Constitución Munificentissimus Deus que “si María tuvo parte en la obra del Mesías y fue preservada del pecado por los méritos de su Hijo, su participación quedaría parcial e incompleta sin una glorificación corporal”

Asimismo, el Catecismo de la Iglesia Católica (Cfr. #966) nos enseña: “la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y enaltecida por Dios como Reina del Universo”. “Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, con la luna debajo de sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”(Cfr. Ap 12, 1). La Virgen aparece radiante. 

Recordemos que hablamos de “asunción” y no “ascensión”, término para referirnos al hecho de que Jesús sube al cielo por sus propios medios, María es elevada por ángeles.

San Juan Pablo II, en la Audiencia General del 25 de junio de 1997 nos dejó una clara catequesis sobre la “Dormición de la Madre de Dios”, a continuación, resaltaremos los siguientes puntos: 

  • “Dado que Cristo murió, sería difícil sostener lo contrario por lo que se refiere a su Madre”.
  • “Es verdad que en la Revelación la muerte se presenta como castigo del pecado. Sin embargo, el hecho de que la Iglesia proclame a María liberada del pecado original por singular privilegio divino no lleva a concluir que recibió también la inmortalidad corporal. La Madre no es superior al Hijo, que aceptó la muerte, dándole nuevo significado y transformándola en instrumento de salvación”.
  • “Cualquiera que haya sido el hecho orgánico y biológico que, desde el punto de vista físico, le haya producido la muerte, puede decirse que el tránsito de esta vida a la otra fue para María una maduración de la gracia en la gloria, de modo que nunca mejor que en ese caso la muerte pudo concebirse como una «dormición»”.
  • “La experiencia de la muerte enriqueció a la Virgen: habiendo pasado por el destino común a todos los hombres, es capaz de ejercer con más eficacia su maternidad espiritual con respecto a quienes llegan a la hora suprema de la vida”.

En conclusión, la importancia que tiene para nosotros la Asunción de la Virgen se da en la relación que ésta tiene entre la Resurrección de Jesucristo y nuestra resurrección. El que María se halle en cuerpo y alma ya glorificada en el Cielo, es la anticipación de nuestra propia resurrección, dado que ella es un ser humano como nosotros. 

Mujeres de la Biblia

“La sabiduría de la mujer edifica su casa” Pr 14, 1. 

La figura de la mujer es, sin lugar a dudas, de gran importancia para nuestra sociedad, siendo parte fundamental de la formación de cada familia. Asimismo, las Sagradas Escrituras expresan el valor de muchas, quienes fueron colaboradoras en la obra de Dios, siendo, junto con el varón, copartícipes del Plan de Salvación. 

Nuestra reflexión está encaminada a pronunciar y a afirmar que a partir de Cristo y su propuesta evangélica todo en la Biblia obtiene un nuevo sentido y, que, aunque Dios siempre se valió de grandes mujeres para acompañar a su pueblo en su obra, Jesús, con su mensaje, lo deja muy claro. 

A lo largo de la Biblia mujeres y hombres han participado en momentos muy significativos de la historia de nuestra salvación. A continuación, abordaremos algunas de ellas, como referencia y agradecimiento a todas esas mujeres valientes y obedientes que han servido al Señor, mismas que estuvieron implicadas en dos grandes acontecimientos: La Elección y la Redención del pueblo de Dios. 

La Elección del Pueblo

Aunque al hablar sobre la preparación del pueblo elegido por Dios ordinariamente pensamos en Abraham, Isaac y Jacob, de la misma manera podemos decir que Sara, Rebeca y Raquel fueron grandes protagonistas de ese tiempo. 

  • Cuando Dios llama a Abraham, no lo llama como un hombre solitario, sino como un hombre casado (Cfr. Gn 11, 29) con Sara, quienes, como pareja, reciben la promesa del Señor de bendecir a su descendencia y su tierra. 
  • Fue a Rebeca, no a Isaac, a quien Dios le reveló la naturaleza de la lucha de sus hijos en su vientre (Cfr. Gn 25, 23), y siendo el amor de Rebeca por Jacob lo que favoreció el cumplimento del plan de Dios. 
  • Raquel y Jacob se convierten en los padres de las tribus con conforman el pueblo de Israel. Fue a través de José, su primer hijo, que Dios bendijo su pueblo en tiempos difíciles en tierras de Egipto (Cfr. Gn 45, 9-13).  

Fue entonces, gracias a tres grandes mujeres, Sara, Rebeca y Raquel, que el pueblo elegido por Dios pudo prosperar. Y cuando el mismo pueblo fue oprimido y esclavizado, otras mujeres fueron quienes protegen la vida del futuro líder de los hebreos, Moisés (su madre, hermana y la hija de faraón), el elegido por Dios para guiar a su pueblo a la plenitud de la vida en la tierra prometida (Cfr. Ex 3, 7). 

La Redención

Ciertamente el centro de la redención es Jesucristo. Aunque Dios se valió de otros instrumentos, hombres y mujeres elegidos y privilegiados por Él, para el cumplimiento de sus promesas. 

  • No existe un ser humano más cercano a Jesús que su propia madre. María es en definitiva la mujer más importante de las Escrituras, quien por su obediencia le dio la humanidad a Jesús (Cfr. Lc 1, 38). Aunque son muchas la enseñanzas e intervenciones de la Virgen María, es en el momento de su obediencia al sacrificio de su Hijo, cuando el mismo Jesús confía mutuamente la maternidad de María a su Iglesia (Cfr. Jn 19, 25-27), siendo desde entonces Nuestra Madre y modelo de vida. 
  • Isabel, es la primera mujer, después de María, en adorar a Jesús y reconocer el cumplimiento de las promesas del Señor (Cfr. Lc 1,42-45). Ella nos enseña la importancia de la adoración y confianza en las promesas de Dios. 
  • La “mujer samaritana” representa que la enseñanza de Jesús no tiene fronteras, así como la importancia del “agua viva”, el alimento espiritual que proviene de la sabiduría de Jesús. Asimismo, esta mujer es una figura de las primeras mensajeras que no pudieron callar las maravillas de Jesús en su vida (Cfr. Jn 4, 7-42). 
  • Fue a través de la “mujer adúltera” que Jesús nos dejó la gran lección de no condenar, olvidándonos de nuestros propios pecados (Cfr. Jn 8, 7-9), recordándonos su misericordia y llamado a una vida de gracia (Cfr. Jn 8, 10-11). 

Muchas más fueron las mujeres por medio de las que Jesús nos dejó un mensaje, únicamente presentamos algunas de ellas. 

Indudablemente, la mirada del Señor se dirige a cada uno de nosotros, hombres y mujeres. Sin embargo, debemos resaltar que el papel de las mujeres en la historia de la salvación es algo fundamental para la revelación y redención de Dios. 

“La Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares que suelen ser más propias de las mujeres que de los varones” Evangelii Gaudium #103.  

Corpus Christi: Eucaristía, presencia real de Cristo

“La Eucaristía es misterio de fe, prenda de esperanza y fuente de caridad con Dios y entre los hombres”. San Juan Pablo II. 

Para iniciar es bueno aclarar que Jesús era judío, y para ellos, hablar del cuerpo y sangre significaba hablar de la totalidad de la persona. Por tal motivo, al instituir la Eucaristía, Jesús le dijo a sus amigos: “Esto es mi Cuerpo… Esta es mi Sangre”. Es decir, la plenitud de su persona bajo las especies del pan y vino. 

Los católicos creemos que durante la misa, tras la consagración, se hace presente real y verdaderamente, Jesucristo, en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. 

En el Antiguo Testamento (Escrituras respetadas por los judíos) se consideraba necesario el derramamiento de sangre de la víctima ofrecida a Dios en reparación de los pecados:

“Salpicará con la sangre de la víctima (cabrito, tórtolas o pichones) la pared del altar y derramará el resto de la sangre al pie del altar. Es un sacrificio reparador del pecado”. Lv 5, 9. (Cfr. Lv 17, 11; Hb 9, 22). 

Jesús es el Nuevo Cordero. El primer cordero que salvó al pueblo de Dios fue en la noche que fueron liberados de la esclavitud en Egipto, al cubrir sus casas con su sangre. Jesús es el Cordero de la Nueva Alianza, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, nos libera de la esclavitud del pecado, paga por nuestras faltas y nos salva. La Iglesia repite continuamente en todas las misas: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Cfr. Jn 1, 29). Dichosos los invitados a esta cena” (Cfr. Ap 19, 9).

Es importante aclarar que cuando Jesús instaura la Eucaristía, no habla en sentido figurado o simbólico, como argumentan equivocadamente los no católicos. Las palabras usadas por Cristo durante la Última Cena no pueden ser más evidentes e incuestionables. “Esto ES mi Cuerpo (Mt 26, 26), Esta ES mi Sangre (Mt 26, 28)”. Nunca dijo “Esto REPRESENTA mi Cuerpo y mi Sangre”. Nuestro Señor habla con claridad, sin dejar lugar a dudas de su presencia en la Eucaristía. (Cfr. Mc 14, 22.24; Lc 22, 19-20; 1Cor 11, 23-25).  

Y para ratificar su presencia en la Eucaristía, Jesús nos dice que “su cuerpo es VERDADERA COMIDA y su sangre, VERDADERA BEBIDA” (Cfr. Jn 6, 55). Nos aclara que no habla con simbolismos, sino que efectivamente el Cuerpo y Sangre que nos dará será realmente para ser comido y bebido (Cfr. Jn 6, 54), como creemos en la Iglesia Católica. Para nosotros, la Eucaristía es la presencia real de Cristo y no un mero símbolo, como creen otros grupos religiosos. 

La Iglesia Católica desde sus orígenes se ha reunido para celebrar la Eucaristía, en aquel tiempo conocida como Fracción del Pan (Cfr. Hch 2, 42) y lo hacían el domingo, tal y como lo seguimos haciendo (Cfr. Hch 20, 7).

Textos  bíblicos que fundamentan la presencia eucarística de Jesús:


“Jesús les dijo: – Yo soy el pan de vida – … Los judíos murmuraban porque Jesús había dicho que era el pan bajado del cielo” (Cfr. Jn 6, 35.41). 


“Yo soy el pan de la vida. Este es el pan que baja del cielo, para que quien coma de Él no muera” (Cfr. Jn 6, 48.50).


“Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá siempre. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne” (Jn 6, 51). 

Pentecostés y sus Dones

Pentecostés celebra el descenso del Espíritu Santo a los Apóstoles, María, algunas mujeres y otros discípulos del círculo de amigos de Jesús (Cfr. Hch 1, 13-14; 2, 1). Se celebra a los 50 días de Pascua, de ahí la palabra “Pentecostés”, que deriva del griego pentekostē (cincuenta). Pentecostés es considerado como la celebración del nacimiento real de la Iglesia

El Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad y de igual grandeza divina que el Padre y el Hijo. Jesús había prometido a los discípulos “enviarles otro Consolador (Paráclito)” (Cfr. Jn 14, 16) para cuando ya no estuviese con ellos. Cuando el Espíritu Santo fue derramado sobre los discípulos de la Iglesia Primitiva, experimentaban una profunda seguridad y alegría en la fe y recibían ciertos carismas (dones de la gracia), es decir, podían profetizar, sanar y hacer milagros. Sin los Dones del Espíritu Santo”(1 Cor 12) la Iglesia es una entidad muerta, “sin espíritu”.

El Espíritu Santo en la Escritura

El descenso del Espíritu Santo, anunciado proféticamente por Jesús, fue un acontecimiento impresionante: “Y se les aparecieron lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos” (Hch 2, 3). Sin saber lo que les estaba sucediendo “se pusieron a hablar en diversas lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse” (Hch 2, 4). En el momento de su nacimiento, la Iglesia, llena del Espíritu, desarrolla inmediatamente un dinamismo misionero. Justo como Jesús les había pedido antes de irse: “Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. (Mt 28, 19). Después de la venida del Espíritu Santo se preguntaron: “¿Qué haremos, hermanos?”(Hch 2, 37), pero la respuesta la da Pedro: “Conviértanse y que cada uno de ustedes se bautice en el nombre de Jesucristo, para perdón de sus pecados y para que reciban el don del Espíritu Santo” (Hch 2, 38). 

Antes de Pentecostés el Espíritu Santo ya es una realidad divina en el Nuevo Testamento: 

  • En la Concepción de Jesús cuando el Espíritu Santo viene sobre María con todo su poder y “la cubre con su sombra” (Cfr. Lc 1, 35). 
  • En el Bautismo de Jesús en el Jordán el Espíritu Santo “viene sobre Él” (Mt 3, 16), el mismo que aleteaba sobre las aguas de la primera creación (Cfr. Gn 1, 2), aparece aquí en el principio de la nueva creación. 
  • En el Evangelio de Juan, Jesús habla del “Espíritu de la verdad” (Jn 14, 17) que el mundo no puede recibir porque desconoce. 

El Espíritu Santo está presente en el Nuevo Testamento con tres palabras: 

  1. DynamisOmnipotencia de Dios (Cfr. Hch 1, 8; Rm 1, 4; 16, 25; Ef 3, 20; 1Cor 6, 14).
  2. EnergeiaPoder efectivo (Cfr. Col 1, 29; Flp 2, 13). 
  3. PneumaAliento vivo (Cfr. Jn 20, 22; Rm 15, 13; Hch 2, 3-4). 

Los Siete Dones del Espíritu Santo

En el Nuevo Testamento encontramos en varios pasajes o listas de los “Dones del Espíritu Santo” (Cfr. Rm 12,6-8; 1Cor 12,8-10; 12, 28-31; Ef 4,7.11; 1P 4,10-11). “Los siete dones del Espíritu Santo son: Sabiduría, Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios. Con ellos «dota» el Espíritu Santo a los cristianos; es decir, más allá de sus disposiciones naturales, Él les regala unas fuerzas determinadas y les da la oportunidad de convertirse en instrumentos especiales de Dios en este mundo” (YOUCAT #310). 

  1. Sabiduría: El “espíritu de discernimiento”. En la Primer Carta de Juan (4, 1) nos dice: “Queridos hermanos, no se fíen de cualquier espíritu; antes bien, comprueben que los espíritus son de Dios, pues son muchos los falsos profetas que han venido al mundo”. Es por eso que muchos cristianos sabios sueles decir: déjame rezar y dormir una noche, luego podré decidir.
  2. Entendimiento: Significa “No quedarse en lo superficial”, “busca en las profundidades”. El entendimiento se presenta en los discípulos de Emaús (Cfr. Lc 24, 13-35) que salen con pensamientos oscuros hasta que una misteriosa tercera persona se les une. Los ojos de los desesperados sólo se abren al partir el pan. Sin su entendimiento nunca lo sabríamos. Dios ha preparado para los que lo aman cosas que nadie ha visto ni oído, y ni siquiera pensado. Éstas son las cosas que Dios nos ha hecho conocer por medio del Espíritu, pues “el Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades de Dios” (1Cor 2, 9-10). 
  3. Consejo: Ya que a menudo estamos perdidos, sin rumbo y nuestra incertidumbre causa acciones que nos afectan. El cristiano debe vivir de la confianza y la paciencia, de esperar la mano de Dios. Cuando llegue la hora, nos quedará claro qué es lo correcto. Jesús aconsejó a sus discípulos para la hora en que serían llevados a juicio: “Pero cuando los entreguen a las autoridades, no se preocupen de cómo o qué van a hablar, lo que tengan que hablar se les comunicará cuando llegue el momento. Porque no serán ustedes los que hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por ustedes” (Mt 10, 19-20). 
  4. Fortaleza: Dice el YOUCAT en el numeral 303: “Aboga continuamente por el bien que ha conocido, incluso cuando en un caso extremo deba sacrificar hasta la propia vida”. La fortaleza asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Los verdaderos siervos de Dios “insisten a tiempo y a destiempo” (2Tm 4, 2).
  5. Conocimiento: No se refiere simplemente a la razón humana, sino a ese “conocimiento” de la historia de la mujer del pozo de Jacob (Cfr. Jn 4), donde aunque Jesús no conoce a la mujer, es capaz de captar su necesidad interior y mostrarle el camino de la curación. En la Iglesia encontramos a menudo este don de conocimiento en sabios confesores y personas que acompañan a otros espiritualmente.
  6. Piedad: Se es piadoso cuando se ha hecho de Dios el centro de su pensamiento, juicio y actuación. Conocer a Dios es ponerle en primer lugar en nuestras vidas. “Porque se ha manifestado la gracias salvadora de Dios a la humanidad, que nos enseña a que renunciemos a la impiedad y a las pasiones mundanas, y vivamos con sensatez, justicia y piedad en el tiempo presente” (Tt 2, 11-12). 
  7. Temor de Dios. Por muy extraño que se escuche, quien es temeroso de Dios pone la voluntad de Dios por encima de sus planes personales; hace todo lo posible para vivir de acuerdo con los mandamientos de Dios y no transgredirlos.